Por: Rolando Hernández Mellado, Rector Instituto Profesional Virginio Gómez.
El inicio de un nuevo año académico siempre trae desafíos. Para quienes llevamos un tiempo trabajando en este ámbito, la experiencia nos permite diferenciar cómo va evolucionando cada nueva generación de estudiantes. Sus convicciones, esfuerzos, sueños y metas, en menor o mayor medida, son palpables desde las primeras clases y se transforman también en nuestro objetivo.
Parte de quienes optan por la Educación Superior Técnico Profesional (ESTP) tienen claridad de las exigencias que enfrentarán en el camino. Este modelo implica adquirir conocimientos y destrezas prácticas al mismo tiempo, formándose como especialistas del saber hacer, y cuya preparación se evidencia inmediatamente al insertarse en el mercado laboral.
Esta inmediatez ha sido uno de los desencadenantes de las adaptaciones que la educación TP ha desarrollado continuamente para estar a la par con el sector socio productivo, tanto en el saber como en la adquisición de nueva instrumentación y tecnología, herramientas básicas para entregar una educación de calidad que vaya a la par, también, con las expectativas de nuestros estudiantes.
Si intentásemos hacer un perfil de los técnicos profesionales, podríamos decir que son aquellos llamados a ejecutar y accionar, caracterizados por una capacidad de fuerza y empuje que traspasan continuamente a su productividad y, por ende, a la sostenibilidad del país. Y no queremos que cambien, si no, que se potencien para continuar siendo un elemento vital para llevar a cabo los desafíos que permitirán el crecimiento de nuestra nación.
Son ellos, quienes junto con su capacidad de reconocer las necesidades de su entorno, y de las industrias en las que se desempeñan, desde su “expertise”, son capaces de dar una solución concreta, en un menor tiempo de desarrollo y puesta en marcha, a las problemáticas del sector socio productivo, pero tan importante como ese auto reconocimiento es que, las empresas, los empleadores y todo el sistema socio productivo sea capaz de valorar a la educación TP, y sus titulados, como el engranaje indispensable para su puesta en marcha.
Si al principio se vio la educación técnico profesional como una puerta hacia la equidad de oportunidades, favoreciendo el desarrollo personal y la movilidad social de sectores menos acomodados, hoy, sin dejar eso de lado, podemos identificarla como una ventana hacia la democracia de la educación al seguir ofreciendo esas mismas ventajas, pero ya no sólo como la opción que quedó, más bien como una elección clara de quienes buscan especializarse en áreas concretas, poner en práctica ese conocimiento rápidamente e iniciar una carrera que los lleve hasta donde quieran llegar. Ya no sólo es una meta, es el inicio desde el cual proyectar una carrera laboral con múltiples posibilidades de desarrollo.
En un mundo cada vez más diverso tenemos que ser flexibles y adaptarnos a las nuevas necesidades, pero en el camino debemos mantener siempre la vista en el objetivo, entregar una formación de calidad que permita que cada estudiante de hoy se transforme en un líder del futuro.