Por Amanda López Macaya, Periodista y Bachiller en Ciencias de la Comunicación, Diploma en Gestión y Políticas Sociales.
“Comunicación de riesgo” es un concepto que comenzó a aparecer hace algunas semanas en diversos análisis de expertos, respecto a la gestión realizada por el Gobierno frente al escenario de la emergencia sanitaria.
El fallido retorno a clases, el regreso de los empleados públicos a sus oficinas y los múltiples permisos de vacaciones otorgados durante el verano fueron parte de los mensajes transmitidos a la población enfocados en una “nueva normalidad”. Sin embargo, esto tuvo que revertirse y las autoridades tuvieron que explicar por qué se habían tomado dichas medidas y por qué ya no era posible aplicarlas.
El peak de contagios se incrementó de forma inexorable en Chile y reflejó las peores cifras en lo que va de la pandemia. Superando los 9 mil casos el 9 de abril, nuestro país cruza el peor momento sanitario desde que el Covid-19 se instaló en este territorio largo y angosto. De hecho, la ocupación de camas UCI ha sido mayor en comparación al invierno anterior y los equipos de salud han tenido que hacer grandes esfuerzos para aumentar los espacios para los pacientes.
Pero las fallas en la gestión del Gobierno no tienen que ver con lo sanitario propiamente tal, sino más bien con lo comunicacional. Sin ir más lejos, conocidos medios de comunicación internacionales, como el Washington Post, el New York Times, la BCC y El País, tuvieron diferentes adjetivos para calificar la campaña de las autoridades chilenas en el marco de la crisis sanitaria.
El “exitismo” en el proceso de vacunación, que habría provocado una falsa sensación de seguridad en la población a pesar de las espeluznantes cifras de contagios, fue una de aquellas calificaciones que causaron enojo en el Ministro de Salud. “Esta noticia no es verdad”, comentó mientras recibía un nuevo cargamento de dosis de Pfizer-BioNTech.
Los diarios norteamericanos recalcaron que los mensajes del Gobierno crearon la sensación de que la pandemia había terminado, cuando en realidad los últimos dos meses se han vivido los meses más críticos.
Desde allí, es fundamental relevar la importancia de la comunicación de riesgo, que la misma Organización Mundial de la Salud (OMS) destaca como clave para que la ciudadanía tome las mejores decisiones durante emergencias o desastres. Y es precisamente esto lo que hoy genera polémica entre población y autoridades.
Entregar un mensaje pero vivir en el escenario contrario solo genera un realismo mágico que está lejos de lo veraz. Solicitar que nos quedemos en casa mientras autoridades celebran sus cumpleaños infringiendo medidas sanitarias, pasean por playas sin mascarilla o que los fiscales participen en fiestas clandestinas suena poco lógico. Predicar con el ejemplo es el primer punto a seguir, pues si no, solo se promueven conductas incorrectas en la población.
Por último, hay que resaltar que el Gobierno solo se ha preocupado de entregar números y cifras, sin reflejar la realidad que hoy viven millones de chilenos o los equipos de salud. Ha existido poca comunicación respecto a las necesidades de los ciudadanos frente a la emergencia y las distintas realidades que viven muchas personas.
Los mensajes son repetitivos y faltos de fundamentos. El foco siempre ha sido encuadrar números, pero no relatar, por ejemplo, lo que siente una familia al perder a un integrante por haber enfermado de Covid-19 o cuál mascarilla es la mejor opción para protegernos.
Finalmente, las estrategias comunicacionales deben realizarse según cada territorio y grupo etario, lo que permitiría llegar a las distintas realidades de los chilenos de acuerdo a geografía y edad. Debemos dejar de lado los mensajes centralistas que no llegan a todo el público objetivo y comenzar a trazar ejes discursivos menos confusos y contradictorios.