Por: Claudia Mora Méndez, Vicerrectora Instituto Profesional Virginio Gómez.
Tenemos la obligación de informarnos, como sociedad, sobre los nuevos retos que enfrentan las mujeres en la actualidad.
Aunque hay avances, no se han erradicado las diferencias. Aún se mantienen sesgos para el acceso a algunas áreas de desarrollo profesional, en las distribuciones salariales o, inclusive, en temas cotidianos como es el llamado impuesto rosa con un mismo producto a mayor precio si es para mujer. Sin embargo, entre ellos, hay otros que van quedando rezagados y siguen incrementándose.
Asumimos el acceso a la educación como algo universal, pero ante una complejidad son principalmente “ellas” las que se postergan, ya sea por el cuidado de la casa o por razones aún más profundas de analizar como es el acceso a oportunidades en la sociedad.
Este 2023, ONU Mujeres relevó la brecha en educación digital y la violencia digital de género, como temas centrales para la conmemoración del 8M, ambos aspectos sumamente significativos por su impacto no sólo para ellas, más bien como un espejo social. Se esperaba que el acceso a equipos digitales facilitaría la incorporación de conocimientos, pero no fue lo que sucedió y se manifiesta una brecha importante entre hombres y mujeres.
Así como las TIC abrieron nuevos espacios de desarrollo, también lo hicieron a nivel de interacciones, desplazando fronteras a una velocidad tal que ha dejado muchos pendientes en el camino, como la regulación de la actividad “online”, que finalmente se va realizando sobre la marcha.
Este nuevo escenario decantó en algo para lo que no estábamos preparados, la violencia digital de género. En este sentido las cifras encienden las alarmas, ya que, según un reporte de la ONU el 73% de las mujeres, a nivel mundial, ha experimentado alguna forma de violencia en línea, aumentando el riesgo de ser víctimas de estos ataques en grupos de menor edad. Asimismo, un 90% de las víctimas de la distribución no consensuada de imágenes y videos íntimos son mujeres.
Por eso, urge actualizarnos en cuáles son los desafíos de las mujeres que avanzan acorde lo hacen las sociedades, y no son sólo el reflejo de una necesidad de género, sino una proyección de una debilidad latente y grave problema que se ha trasladado a la virtualidad.
Por eso, este no es un desafío de mujeres, es un tema que debe abordarse en todo su contexto, como sociedad. Nada debe quedar fuera de regulación, ni los distintos escenarios y factores de riesgo que suman las nuevas tecnologías. Son muchos los desafíos, porque cambiar la cultura toma tiempo, pero en tanto se avanza, debemos exponerlos, especialmente si atentan contra la dignidad de la persona y, como lamentablemente las cifras delatan, una vez más dejan en desventaja, principalmente, a la mujer.