Por: Dr. Pedro G. Toledo, Subdirector Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería (CRHIAM). Profesor Titular, Facultad de Ingeniería, Universidad de Concepción.
En la última década el litio ha concentrado la atención mundial por su estrecha relación con la transformación energética y las políticas de cambio climático del Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030. El litio es la base de las baterías de iones de litio, y su demanda en los últimos años ha aumentado a un ritmo estable de aproximadamente 20% anual. Sin embargo, la presión por acceder a la electromovilidad, parte central de la transición ecológica, la está empujando fuertemente al alza.
Desde la perspectiva de los países no-asiáticos altamente industrializados, el carácter estratégico del metal está claro y formalmente declarado. Las preocupaciones incluyen los aspectos ecológicos y geológicos en la extracción del litio, pero mucho más la alta concentración en un puñado de países, la mayoría no industrializados, como Chile, Argentina y Bolivia, y sobre todo la poderosa posición de control de China de la cadena de valor del metal.
Por eso los países industrializados de Occidente han iniciado planes para la explotación del mineral en lugares impensados, en la base del Rhin en Alemania y en la falla de San Andrés en EE.UU., incluso EE.UU. tiene dimensionada la cantidad de litio en el océano y comienza a esbozar tecnologías para eventualmente explotarlo. Pero ¿qué tan estratégico es para Chile? En 1979, con la publicación del Decreto Ley No. 2.886, el litio (al igual que el uranio y el torio) quedó reservado para el Estado por razones e interés nacional, se excluyó del régimen concesional minero y se determinó la tutela de la Comisión Chilena de Energía Nuclear (CCHEN) para cualquier acto o contrato relacionado con el mineral.
En esta etapa se incrementó el control del Estado sobre los materiales de interés nuclear dando origen a un marco jurídico vigente hasta el día de hoy. Ese marco legal rígido considera al litio como un recurso estratégico y reservado para el Estado. Pero esta consideración no es respecto a la electromovilidad sino al añejo ámbito nuclear.
Para Chile, en este momento, el litio es tan estratégico como las cerezas, los salmones y el vino, porque el impacto es solo renta al Estado que, por supuesto, es muy bien recibida porque sirve para financiar los programas de desarrollo económico y social del país, pero podría ser mucho más.
Para que el litio sea verdaderamente estratégico para Chile se debe implementar un plan de gobernanza del metal más efectivo, que lo incorpore a la cadena de valor, enlazando la actividad primaria-exportadora, que ha sido exitosa hasta ahora, Chile es el segundo productor a escala mundial, con la innovación y el conocimiento, abordando apropiada e integralmente los conflictos socio-ambientales que rodean la actividad.
Los tiempos no pueden ser más propicios, EE.UU. y Europa necesitan asegurar la provisión de litio para sus proyectos de energía limpia. Qué mejor oportunidad para que la economía, la política y la diplomacia de Chile construya una inédita sociedad con los países que lideran el reemplazo del petróleo por energías limpias.