Hasta hace no muchos años, el ciclo de vida de un producto era: “producir – usar – desechar”; esta es la base de una Economía Lineal típica que adoptamos durante el siglo XX. Sin embargo, existe la posibilidad de alargar la vida útil de los productos y diseñarlos para que no constituyan un residuo al final de su vida útil: la Economía Circular.
Si este principio se entrelaza con la sustitución del petróleo por materias primas renovables, surge un nuevo paradigma productivo que puede cambiar la manera en que generamos los productos que la sociedad actual y futura requiera: la Bioeconomía Circular.
Vivir de lo que nos da la tierra
“Si bien los conceptos de Bioeconomía y Economía Circular son nuevos, los principios que la sustentan son antiguos”, señala el Dr. Alex Berg, Director de la Unidad de Desarrollo Tecnológico, UDT, de la Universidad de Concepción. “Nuestra sociedad ha vivido de productos provenientes de la tierra durante miles de años. De hecho, hasta hace poco, nos vestíamos principalmente con lana y cuero, materias primas renovables, que se producían a nivel local, sin depredar la naturaleza. Sin embargo, junto al advenimiento masivo del petróleo -no sólo como combustible, sino también como materia prima de fibras textiles, equipos eléctricos y utensilios de muy distinto tipo -surgió la cultura del usar y botar”.
Investigadores, ingenieros, empresarios y gobiernos alrededor del mundo reconocen que debemos disminuir nuestra dependencia del petróleo, por razones económicas, ambientales, sociales y estratégicas. Este reconocimiento impulsa el desarrollo de procesos y productos «biobasados» y el uso en cascada de las materias primas, siguiendo los principios de un modelo circular. La biomasa es la única materia prima renovable que puede reemplazar a los recursos fósiles: carbón, gas natural y petróleo.
Si bien la bioeconomía circular se centra en la reutilización de los materiales, el cierre del círculo no puede ser completo; siempre se requerirá un make up o reposición. Los subproductos de las industrias forestal y agrícola son una excelente fuente para este fin.
Industrias circulares
En nuestro país tenemos varios ejemplos de industrias que pueden convertirse en modelos circulares, como la del vino. El cultivo de vides y el procesamiento de uvas genera diversos subproductos que no están siendo utilizados actualmente, como los sarmientos, las pepas o los hollejos; “junto a la fruta y al vino, existe la posibilidad que surjan actividades productivas especializadas, para producir antioxidantes, aditivos industriales, precursores químicos y suplementos alimenticios”, señala Alex Berg. En UDT hemos ejecutado distintos proyectos que se han abocado a este desafío, algunos con muy buenos y prometedores resultados, focalizados en la industria alimenticia, farmacéutica, química y ganadera.
En el caso de la actividad maderera y forestal, la corteza, las piñas de pino, el aserrín o el polvo de lija son subproductos subaprovechados, los que también pueden ser fuente de productos de alto valor. Como ejemplos, cabe mencionar taninos o fungicidas, extraídos de corteza de pino, reforzantes de materiales plásticos de tamaño nanométrico, generados a partir de celulosa, o aditivos para plásticos, basados en polvo de madera; todos temas en los que UDT trabaja desde hace varios años. “Hay muchos subproductos que se pueden aprovechar que están disponibles en grandes cantidades. Debemos aprender cómo utilizar sustentablemente estos recursos, contribuyendo a fortalecer su cadena de valor”, afirmó el director.
“Estoy convencido de que estas alternativas productivas no sólo tienen sentido ecológico, sino que también estratégico y económico. Su implementación está abierta a empresas pequeñas y medianas de base tecnológica, favorece el desarrollo económico local y abre nuevas posibilidades de empleo estable y bien remunerado”.
“¿Cuál es la labor de UDT? Básicamente, desarrollar tecnología económicamente factible, ambientalmente benigna y socialmente aceptada”, finaliza el Dr. Berg. La “era del petróleo” está llegando a su fin, abriendo paso a nuevas formas productivas integradas a los ciclos naturales y cercanas a las personas, como propone la Bioeconomía Circular.