Por: Dr. Eduardo Peña, ingeniero forestal y académico de la Facultad de Ciencias Forestales UdeC.
En el año 1999 en las “XVI Jornadas de Evaluación del Manejo del Fuego” indiqué la idea que, en las condiciones favorables de combustible y temperaturas de verano, que no eran las extremas actuales, el periodo de retorno del fuego en Chile sería más o menos cada 10 a 15 años. Si se consideran las actuales condiciones climáticas muy favorables desde el año 2000 en adelante, que corresponde a los años más calurosos del planeta, el retorno del fuego debiera ser de 10 años y menos. El incendio que afectó actualmente la planta del Itata y el cerro Cayumanque están confirmando esta teoría, ambos se quemaron el año 2012.
Las personas que son más observadoras y aquellas que viven en las zonas rurales afectadas por los incendios de 2017 se han dado cuenta que las zonas quemadas, en un periodo de 5 años, han recuperado buena parte de la cubierta vegetal que se quemó, sean estas hierbas o especies arbustivas y arbóreas. Esta excelente recuperación, a pesar de las sequías, para los especialistas en incendios forestales significa combustible acumulado que ya tiene una carga o continuidad que permitiría mantener un incendio rural que se puede mantener en forma continua y de alta propagación, y lo más probable con un periodo de retorno menor a 10 años. El clima favorable está llevando a que los incendios rurales se transformen en fuegos de quinta y sexta generación los cuales son casi imposible de controlar por su alta propagación y ocurrencia de focos múltiples.
Considerando que no se pueden controlar los incendios de magnitud se ha planteado la idea que el bosque o vegetación rural ante los eventos del fuego está irremediablemente pérdida y solo nos queda aislar las zonas urbanas, lo que se ha definido como anillos de aislamiento urbano, porque la prioridad es salvar las viviendas. Por ahora los más simple que se hace es construir cortafuegos, los cuales efectivamente sirven para incendios superficiales, pero para los grandes eventos que generan pavesas (material encendido) que vuelan por más de 2 km generando nuevos focos se requiere que la zona urbana se planifique considerando los incendios rurales como un evento recurrente en las amenazas de los centros urbanos.
En primer lugar, se requiere que siempre el límite de la ciudad con el área rural sea un camino o un parque que serían otros 6 a 10 metros que se sumarían al cortafuego rural. Esto además da la ventaja que esa área despejada facilita la llegada de los equipos de combate de incendios. Sin embargo, el margen de seguridad que puede proveer esta amplia franja despejada de combustible no sirve si al interior de la ciudad o centro poblado no se limpian los techos y los patios de material combustible fino (malezas y otros materiales). Por ello, la propuesta para la actual condición de amenaza de incendios forestales debe ser “inicie la prevención por casa”, si usted no tiene nada que pueda facilitar la ignición y propagación del fuego en su vivienda, todo el entorno urbano estará protegido.
El desafío para los siguientes años es educar a la población urbana y rural sobre cómo prepararse para estos eventos para no continuar recibiendo daños en sus casas y cultivos.
Sin duda que se preguntarán qué realizan los propietarios rurales para preparar el bosque nativo y plantaciones. No se preocupen, actualmente se cosechan cada año aproximadamente 50.000 hectáreas y si en el mismo periodo se queman 20.000 hectáreas de plantaciones, no hay inversión que resista si el 40% de lo invertido se pierde, por lo tanto, sí o sí el manejo silvícola intervendrá los cultivos forestales para hacerlos más resilientes a los incendios rurales.