Los incendios forestales ya no pueden asociarse sólo a los meses de verano. Así quedó demostrado con la emergencia ocurrida en California durante enero, en el invierno del hemisferio norte; y con el fuego que ha afectado durante esta semana a la Región del Biobío, destruyendo más de cinco mil hectáreas en comunas como Hualqui y Santa Juana.
Para el Dr. Francisco de la Barrera, académico de la Facultad de Ciencias Ambientales UdeC e investigador del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable, si bien la emergencia “no deja de ser sorpresiva para esta época del año, cada vez la temporada de incendios dura más”.
¿Qué hacer si este riesgo se extiende durante todo el año? El desafío, puntualizó el Dr. De la Barrera, es pensar en una “planificación especial para poder actuar frente a la emergencia y también para prepararnos de manera de que cuando ocurran incendios, estos no alcancen miles de decenas de miles de hectáreas”.
El investigador abordó el trabajo que se realiza en la actualización y desarrollo de instrumentos a nivel comunal y regional, entre los que destaca el Plan Regional de Acción frente al Cambio Climático, cuyo anteproyecto se encuentra en fase de consulta pública.
Sobre este documento en particular, el académico detalló que considera muchas “medidas asociadas a incendios forestales que se pueden vincular a la preparación frente al cambio climático”.
Asimismo, se refirió a los avances en materia de Planes Reguladores, reconociendo que una de las mayores falencias es en planificación, en evitar “que el territorio esté configurado para que esto se transforme en un desastre”.
Otro elemento a tomar en cuenta tiene relación con el estrés al que se ven sometidas las comunidades afectadas por emergencias de esta magnitud, en particular cuando estas se repiten en el tiempo, como es el caso de Santa Juana. Francisco de la Barrera relevó los impactos psicológicos, “el trauma asociado al episodio y el miedo a que pueda volver a ocurrir”.
“Hay un montón de efectos que se prolongan a largo plazo y que probablemente dejan de ser impactos individuales y pasan a ser comunitarios. Las comunidades en muchos casos se resienten con eventos de este tipo, pero en algunos casos, muy puntuales, logran fortalecerse y hacer una preparación comunitaria para enfrentar la emergencia y reconfigurar sus territorios”, concluyó.
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