Por Danilo Hernández Ulloa, Director Escuela Tecnológica Industrial, Instituto Profesional Virginio Gómez.
El hidrógeno verde ha surgido como una de las soluciones más prometedoras para abordar los desafíos del cambio climático y la transición hacia una economía más limpia y sostenible, tanto a nivel nacional como mundial, que se va acrecentando a medida que los países buscan reducir su dependencia de los combustibles fósiles y disminuir las emisiones de carbono.
El hidrógeno verde se consigue sin generar emisiones de carbono en su producción, a diferencia del hidrógeno convencional (gris y azul) obtenido a partir de combustibles fósiles. A su alta versatilidad se suma su capacidad de almacenar energía a gran escala y durante períodos prolongados, lo que es crucial para superar uno de los desafíos claves de las energías renovables: su intermitencia.
Este combustible limpio, sostenible y sin emisiones también puede contribuir a la creación de empleo y el desarrollo económico, ya que, a medida que aumenta su demanda se generan oportunidades en la industria de la energía renovable, como en la fabricación y el mantenimiento de equipos y tecnologías relacionadas. A la par del despliegue de infraestructuras para el uso y distribución del hidrógeno verde para impulsar la inversión, se hace necesaria, también, la formación de capital humano avanzado: técnicos y profesionales, que potencien la cadena de valor por medio de la creatividad, la innovación y la transferencia tecnológica.
El hidrógeno verde representa una oportunidad única para Chile en su camino hacia la sostenibilidad y el desarrollo. Asimismo, aprovechar los recursos naturales y la capacidad de generación de energía renovable de la región podría convertirla en un referente a nivel nacional e internacional en su producción. Sin embargo, es necesario abordar los desafíos asociados con la infraestructura y la cooperación para garantizar el éxito hacia un futuro energético más limpio y resiliente.
Ser una fuente de energía para un planeta con cero emisiones también obliga a establecer una ruta estratégica participativa a través de mesas técnicas e interinstitucionales, talleres ciudadanos, consejos asesores y consultas públicas con el fin de enfrentar de manera pertinente la crisis climática que enfrentamos como humanidad, de manera planificada y colaborativa.
En este escenario nos podemos considerar privilegiados y en clara ventaja competitiva frente a otros actores, lo que se evidencia, por ejemplo, en el norte de Chile donde se encuentra la radiación solar más alta del planeta; en la zona central la generación eléctrica por radiación solar es mucho mejor que la generación eléctrica por combustibles fósiles y, los vientos en el extremo austral, así como en ciertas zonas de la región del Bío Bío, soplan con la misma energía en tierra y en el mar.
Hoy, como país se nos presenta una riqueza energética, pero nada de esto puede potenciarse si no somos capaces de preocupamos de un factor fundamental en esta ecuación, tener la capacidad formativa de competencias y capacidades que nos permita responder a las necesidades de esta naciente industria y avanzar en un desarrollo social, territorial y humano.