Dr. Ricardo Barra Ríos
Director Centro Eula-Chile
Universidad de Concepción
Este 2 de octubre conmemoramos el Día Nacional del Medio Ambiente, fecha que este año nos encuentra viviendo un escenario casi post-pandémico, donde los desafíos ambientales siguen siendo los mismos.
Todo ello en un contexto en donde a pesar que hemos avanzado en variadas materias, los recursos disponibles para el año 2022 se verán reducidos, de acuerdo a la propuesta de presupuesto presentada recientemente por el Presidente de la República.
Desde el año 2010, con el establecimiento de la nueva institucionalidad ambiental, es posible realizar un balance que muestra lo avanzado en algunas áreas -como la gestión de residuos o el control de la contaminación del aire y del agua- en el compromiso del país para el combate al cambio climático, catalizado por la frustrada COP-25 que en principio se iba a realizar en Chile.
Sin embargo, estamos al debe en varias materias. Entre ellas, la participación ciudadana sigue siendo un tema de debate. En segundo lugar, y a pesar de haber sido anunciado en la reforma del año 2010, aún no tenemos el esperado Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas, por discusiones que todavía no terminan en nuestro Congreso, debido a la falta de acuerdos y el futuro de Conaf, entre otras razones.
Actualmente más del 95% de las cuencas hidrográficas en Chile adolecen de una norma de protección ambiental, básicamente porque no tenemos la suficiente y adecuada información para protegerlas. Todo esto, en un escenario hídrico que es -a lo menos- complejo por la falta de precipitaciones y escasez hídrica.
También es necesario destacar la Ley de Protección de Humedales Urbanos, que ya está comenzando a ser implementada y esperamos signifique un aumento en el interés de las comunidades por proteger sus ecosistemas. El valor de ellos en tiempos de pandemia ha crecido, porque además de los beneficios ambientales ofrece mejoras para la salud mental, altamente deteriorada en Chile incluso desde antes de la pandemia.
De acuerdo a las encuestas nacionales, el principal problema que perciben los chilenos es la contaminación atmosférica, seguido por el tema de los residuos. Hoy, más del 40% de la población vive en zonas que presentan elevados niveles de contaminación atmosférica con material particulado fino.
Sobre esto último, recientemente la Organización Mundial de la Salud redujo las recomendaciones para las concentraciones del material particulado fino, que en nuestro país registra a Punta Arenas como la única ciudad que cumpliría con un nuevo estándar. Esto se debe a que en esta zona el principal combustible para calefacción es el gas natural y prácticamente no se utiliza la leña, tan común en la zona centro-sur de Chile.
El inventario de emisiones de gas de efecto invernadero publicado por el Ministerio del Medio Ambiente a fines de 2020 -con datos desde 1990 a 2018- indica que estas han aumentado en ese período en un 128%. La principal fuente es el sector de la energía, con un 77%. Estas son las cifras que tenemos que bajar en los próximos años. Alternativamente el sector agroforestal (que incluye las plantaciones exóticas), actúa como un captador neto de las emisiones en ese mismo período.
Entonces las prioridades están claras, la transformación del sistema energético hacia una matriz más limpia, y el cambio de uso del suelo hacia una reforestación sostenible con bosques nativos, parecen ser los caminos más próximos que tenemos hacia la sostenibilidad.
Desde la ciencia se indica que esta transición tiene que ser mucho más rápida, ya que a la actual velocidad no vamos a alcanzar las metas de desarrollo sostenible, que firmamos el año 2015 en conjunto con las metas de reducción de emisiones del Acuerdo de Paris, por lo que las acciones se deben tomar ahora.
Como ya hemos señalado en múltiples oportunidades, aquí hay trabajo para todos. Desde reducir nuestra huella de consumo a nivel individual, hasta tener gobiernos locales más comprometidos con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y empresas que colaboren para asumir estas grandes transformaciones, que necesitamos para tener una región que avance a metas más avanzadas de desarrollo y bienestar, para sus territorios y habitantes.