Por el Dr. José Luis Arumí
Investigador principal Centro Fondap CRHIAM
Académico Facultad de Ing. Agrícola UdeC
El lema del Día Mundial del Agua 2023 es: “acelerar el cambio para resolver la crisis del agua y saneamiento”. La idea de acelerar el cambio me lleva a reflexionar sobre la diferencia entre la evolución y la revolución que es una letra, la “r” de la rapidez con la que ocurren los cambios.
En los últimos 40 años he podido ser testigo de cómo ha ido evolucionando el manejo del agua en Chile, mediante una gran cantidad de cambios que se han producido de una forma cada vez más acelerada. En efecto, durante casi toda la historia del país, el manejo del agua se centró en la administración de los derechos o mercedes de agua para su uso en riego, agua potable y uso industrial (fuerza motriz, insumo, energía y minería).
En los últimos 30 años, han ocurrido cambios que cada vez son más rápidos (¿revolución?). La aparición de las demandas de agua para la protección del medio ambiente, las demandas sociales por valores culturales y religiosos, y el desarrollo de la industria del turismo como una actividad económica cada vez más importante, han generado una nueva forma de percibir el valor del agua. Por esta razón, con las reformas del Código de Aguas del 2006 y del 2022 incorporaron los usos del agua como la protección de los ecosistemas, a través de los caudales ecológicos, y la mantención del agua en la fuente para el turismo.
Tanto la mega sequía como la incertidumbre, y temor, que genera el cambio climático, aumentan la presión que ha existido en torno a la forma en que el agua se gestiona en nuestro país. Por eso, a las mencionadas modificaciones que ha tenido el Código de Aguas, se le pueden agregar las leyes de Cambio Climático y de Humedales Urbanos. Además, el tema del agua fue uno de los puntos centrales de la propuesta de constitución del año pasado y seguramente volverá a serlo en la nueva discusión que se producirá este año. Claramente, es necesario seguir avanzando en la forma sobre cómo podemos conciliar las distintas demandas que existen y existirán para la cada vez más escaza agua disponible.
Por esa razón, creo que los Consejos de Cuencas, iniciativa impulsada por el Gobierno a través del Comité Interministerial de Transición Hídrica Justa, constituyen una oportunidad para conciliar las demandas mediante la conversación entre los distintos actores (con y sin derechos de agua) para permitir que se conozcan, definan proyectos de bien común y generen confianzas. De hecho, en nuestra zona tenemos un excelente ejemplo de que esto es posible, como lo fue el acuerdo para la recuperación del Lago Laja, donde los regantes, las hidroeléctricas, los empresarios del turismo y las reparticiones públicas lograron una fórmula que permitió proteger el Lago y los Saltos del Laja.
El gran tenor que muchos de nosotros tenemos es como aseguramos que los Consejos de Cuencas no sean otra más de las tantas iniciativas efímeras que hemos visto a lo largo de los últimos 30 años. Una forma de lograr la continuidad de los consejos es justamente haciendo que los actores conversen, se conozcan, generen confianzas y desarrollen proyectos de bien común.