Por: Cristian Véjar Iturra, Vicerrector Académico del Instituto Profesional Virginio Gómez.
Si bien ya en el siglo XVIII la necesidad de contar con un recurso humano especializado forjaba el camino, fue recién el 26 de agosto de 1942, bajo la presidencia de Juan Antonio Ríos, que se reconoce oficialmente la relevancia de la Educación Técnica Profesional para asentar las bases del desarrollo del país. Se cumplen 78 años desde esa fecha, y a pesar del tiempo transcurrido, en nuestra sociedad aún hay personas que parecen no dimensionar la real importancia de quienes, hoy, han demostrado ser parte fundamental de la primera línea frente a la pandemia.
Hace más de treinta años nuestra región, reconocida por su tradición universitaria, ya era consciente de la necesidad de prestar una especial atención y dedicación a este modelo de enseñanza. Así, y al alero de la Universidad de Concepción, se fundaba el Instituto Profesional Virginio Gómez con el objetivo de impartir carreras que se adaptaran a las necesidades de mayor progreso nacional. Una postura que hasta hoy se ve respaldada con los datos entregados por el MINEDUC, que señalan que más de la mitad de los alumnos de primer año de educación superior optan por la educación técnica profesional.
Indudable es que este año 2020 trajo consigo muchos desafíos. Uno de ellos ha sido comprender y diferenciar qué es lo realmente significativo, aquello de lo que no podemos prescindir. Paralelamente, vamos observando cambios importantes y oímos voces que declaman que debemos acostumbrarnos a una “nueva normalidad”, porque nada volverá a ser como antes. Y, precisamente, esa puede ser una gran oportunidad.
Como sociedad, prácticamente nos hemos visto obligados a revalorizar. En ese contexto, al detenernos y mirar alrededor, podemos ver cómo en el momento en que todo se detenía, menos lo primordial, son principalmente egresados de la Educación Técnica Profesional quienes se mantienen en la primera línea de esta pandemia cubriendo el funcionamiento de los servicios o “empresas esenciales”.
Es más, en medio de esta emergencia sanitaria sólo queda laurear a los técnicos del área de la salud, quienes han mirado directamente y sin flaquear a un virus que muchas veces puede ser letal. Más allá de sus funciones, no sólo se han transformado en el soporte y compañía del enfermo, sino que también, en el vínculo con una familia que sólo puede esperar a la distancia.
Hoy, todos lo reconocemos y agradecemos, porque en medio de esta emergencia sanitaria son los técnicos profesionales quienes, desde sus diferentes especialidades, han demostrado que son parte importante del engranaje que permite el funcionamiento del país. Sin ellos, básicamente, todo se paraliza.
No olvidemos que nuestro país está cambiando, también el mundo entero y seguramente, a modo personal, todos lo haremos. Se hace fundamental empatizar con otros para comprender sus necesidades; el respeto para cuidarlos y también a nosotros mismos; comprometernos con acciones concretas a ser parte activa en la construcción de una mejor sociedad donde cada uno importa. Hoy que tantos faltan, reafirmamos lo importante que es incluirlos a todos.
Precisamente, nos hemos enfocado en la formación de personas con ese sello humanista, una distinción que nos hace sentirnos orgullosos de nuestros técnicos profesionales y no sólo por su aporte en medio de esta pandemia, sino, porque estamos seguros de que desde sus distintas áreas de competencia, asumirán un rol clave en el desarrollo de la “nueva normalidad” que comenzaremos a vivir, una vez superada esta pandemia.