Probablemente, las innumerables réplicas del terremoto de 2010 fueron un aliciente para que las historias de Mónica y Patricio se encontraran. Tras la noche del 27 de febrero, las vidas de miles de chilenos y chilenas cambiaron para siempre, y para ellos no fue la excepción. Tenían un punto de convergencia: compartían un fuerte anhelo por lograr que ese potente movimiento se transformara en aprendizaje y memoria.
Sintieron la obligación de contribuir para que Chile –en su poco alentador calificativo de país sísmico- sacara lecciones. El olvido era injusto, sobre todo para las víctimas y sus familias.
A una década del epicentro 8.8, Mónica y Patricio recuerdan ese primer encuentro que marcó el inicio de un sinfín de iniciativas conjuntas.
Una década antes, Patricio estaba vacacionando en Linares y a las 3:34 de la madrugada del 27F, una fuerte sacudida interrumpió la reunión de amigos en que participaba.
Mónica, en tanto, dormía en su departamento nuevo, a 11 pisos de altura, en el –entonces-recientemente inaugurado edificio Alto Río en Concepción.
Horas de espanto que fueron aún más dramáticas cuando esta psicóloga dimensionó que el edificio había colapsado y, eso no era lo más grave: ocho de los cerca de 130 vecinos que habitaban el lugar habían fallecido tras el desplome de la torre. Los departamentos que la inmobiliaria les había vendido como antisísmicos, daban muestras más que evidentes de que no cumplían con la normativa.
En palabras de Mónica, fue durante el peregrinaje post terremoto que los sobrevivientes del edificio Alto Río abrieron los ojos respecto a la indefensión en la que se encontraban muchas familias chilenas, producto de leyes obsoletas o que benefician a grandes conglomerados. Entonces, todo comenzó a cobrar sentido y comprendieron que los protagonistas de los cambios sociales no son los gobiernos ni las instituciones, sino las personas, gente común que, a través de sus experiencias, convicciones y disposiciones, son capaces de lograr las transformaciones que los países requieren.
Ya no había vuelta atrás: cuatro vecinos echaban a andar oficialmente la Fundación Alto Río en Mayo de 2013, con el propósito de recolectar, generar y difundir conocimientos relacionados con la historia sísmica de Chile, promoviendo iniciativas para la prevención y mitigación del impacto de desastres naturales en la comunidad, a través de acciones de capacitación, investigación y la implementación de tecnologías y protocolos que contribuyeran al mejor afrontamiento emocional de las personas en contexto de desastres.
Desde entonces, el trabajo de la Fundación Alto Río se ha enfocado, principalmente, en tres ejes: documentación y registro de lo ocurrido el 27F, educación ciudadana y sinergias con los actores involucrados, y preservación de la memoria.
Desde Concepción contribuyen para minimizar las consecuencias de los desastres.
Como cada 27F de la última década, Mónica y los voluntarios de la fundación se preparan para recordar un nuevo aniversario. Este año será distinto, porque además tienen la meta de lograr que la organización sea sustentable, para que así los profesionales puedan dedicarse 100% al trabajo de la entidad.
Entre las actividades conmemorativas programaron un seminario sobre gestión de riesgo en Talcahuano, la tradicional ceremonia en el terreno donde se emplazaba el edificio, rutas de la memoria y la inauguración de un mural muy particular que donarán a la ciudad de Concepción.
Un 27F que también será importante para los integrantes de la Fundación Proyecta Memoria. Los primeros pasos de esta entidad se remontan a los días posteriores al terremoto, momento en Patricio Mora e Hilda Basoalto –ambos arquitectos de la Región del Biobío- ven la acumulación de escombros simbólicos de construcciones patrimoniales con un alto valor y significado para las comunidades. Se plantean, entonces, qué hacer con el patrimonio simbólico destruido.
Para potenciar esa resiliencia, en el marco de una cultura de prevención, desarrollan diferentes actividades.
La educación, la cultura, el patrimonio, el arte, la ciudad y las personas son claves para Proyecta Memoria. Como fundación -compuesta principalmente por profesionales ligados al área de la arquitectura, educación y ciencias sociales- desarrollaron una propuesta innovadora que se orienta en estrategias de memorización material e inmaterial en las ciudades.
Patricio plantea que con cada terremoto la norma sísmica va mejorando en Chile, sin embargo, considera que falta conciencia sobre las vulnerabilidades que existen en el país. Por eso, hoy trabajan en la campaña “conmemorar para constituir”, iniciativa que busca reflexionar sobre la inexistencia de los desastres socio-naturales en la Constitución Política.
Para este 2020, la Fundación Proyecta Memoria espera la luz verde a un proyecto que presentaron en el parlamento y que buscar potenciar la educación escolar en la gestión de desastres.
En diez años ambas fundaciones han recogido muchas historias y desarrollaron proyectos en diversos puntos de la región, pero ¿qué pasó con las lecciones que Mónica y Patricio buscaban cuando iniciaban este proceso? ¿Qué aprendieron con el paso del tiempo?
Ejemplos de resiliencia, de cómo transformar el dolor en aprendizaje y, por sobre todo, dos historias que inspiran para entender que cualquier golpe, por brusco que parezca, puede ser una oportunidad para ayudar a los demás.
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Foto: Archivo / Diario Concepción