Por: Rodrigo Meliqueo Santander, Jefe área Tecnológica Industrial del Instituto Profesional Virginio Gómez, Sede Chillán.
Antes de hablar de inocuidad o seguridad alimentaria, debemos conocer que según los Principios Generales del Codex Alimentarius, en su manual de Higiene de los Alimentos, se especifica que es la garantía de que los productos no causarán daño al consumidor cuando se preparen o ingieran de acuerdo con el uso al que se destinan. En este contexto, es preciso asegurar que no estén contaminados, lo cual se logra mediante el control de cada etapa del proceso, desde la producción hasta el consumo.
La utilización de mecanismos de producción y comercialización que aseguren la seguridad de los alimentos es un deber de los productores, que responde a un derecho fundamental de las personas a acceder a alimentos que no pongan en riesgo su salud. Asimismo, cumplir con los estándares de calidad es una medida crucial para aquellos comercializadores que quieran vender mayores volúmenes y busquen su proyección exportadora. Pero ¿está bien quedarse en sólo asegurar el proceso?
En primer lugar, para instalar un establecimiento elaborador de alimentos se debe contar con una autorización sanitaria otorgada por la Secretaría Regional Ministerial de Salud Pública, de la jurisdicción correspondiente. Igualmente, los requisitos técnicos solicitados en relación a inocuidad alimentaria que se deben cumplir están estipulados en el Reglamento Sanitario de los Alimentos, decreto N° 977/96, del Ministerio de Salud. Estas son la base normativa para la comercialización de productos dentro del país, a lo que se suman los requerimientos de cada mercado al que se busque llegar, en el caso de los exportadores.
Día tras día, la inocuidad es una exigencia más patente de los mercados, tanto locales como internacionales, por lo cual, los productores deben orientarse a las buenas prácticas en la manufactura de los alimentos. De esta forma, y en la medida en que los emprendedores alimentarios chilenos puedan adherir a estas prácticas, irán marcando los precedentes que les facilitará acceder a un mayor número de mercados, los cuales son cada vez más sofisticados. Es decir, la especialización y la constante actualización del proceso tendrán el fruto de abrir nuevas oportunidades para el rubro de la industria alimentaria nacional en el extranjero.
Recientemente, se celebró el día mundial de la inocuidad de los alimentos, una efeméride que aún está en proceso de incorporarse en nuestra cultura como tal, pero que si bien lleva pocos años, ha ido tomando una mayor relevancia que permite concientizar a la población sobre lo importante que es seguir avanzando en asegurar un producto en condiciones óptimas que permita mantener un rumbo saludable, y marcar una pauta en la sociedad que lleve a marcar un modelo a seguir para otros rubros.
Mi llamado es a seguir avanzando en nuevas prácticas que logren aumentar el nivel de especialización profesional dentro de la industria alimentaria. Alcanzar más espacios para la innovación de la industria, más instancias de concursos públicos y también inversión en tecnología. De ese modo, se irán abriendo caminos a mercados donde el proceso de aseguramiento del producto no sea el principal obstáculo, sino que, su principal virtud.