Por el Dr. Ricardo Barra Ríos. Director Centro Eula, Investigador del Centro CRHIAM y Académico Fac. Cs. Ambientales UdeC.
Como cada 5 de junio se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente, y este año el tema es: La hora de la naturaleza, con la idea de instalar en la opinión publica la importancia de proteger la biodiversidad, no solo por un afán de protección, si no porque de ella también depende el futuro de la humanidad.
No es sino hasta hace pocos años que se comenzó a entender la relación entre la naturaleza y la salud humana. Piense el lector que si bien muchas enfermedades tienen un origen ambiental, también muchas de las soluciones a nuestras dolencias provienen de la naturaleza.
Al reducir la variedad de organismos vegetales y animales, macro y microscópicos, estamos también comprometiendo el bienestar de las futuras generaciones y quedando la nuestra también muy comprometida durante esta pandemia.
La comprensión de que todos dependemos de todos en la interacción entre nuestra especie y los ecosistemas es fundamental para la sostenibilidad. De allí que la noticia del nuevo Parque Nacional Nonguén, con más de 3 mil hectáreas de un área protegida en los alrededores del Concepción Metropolitano, es una excelente noticia. Así también lo es la necesidad de proteger la Reserva de la Península de Hualpén, y el cordón verde que rodea a nuestra metrópoli.
Los enormes beneficios que estas áreas naturales nos prestan son invaluables en este período de escasez hídrica, pues son esas áreas naturales las que nos proveen de este vital elemento cuando también falta la lluvia.
El pueblo mapuche tiene una larga tradición protegiendo los sistemas que proveen agua, y quizás comprenden mejor que nosotros la necesidad de cuidar las nacientes de agua, y qué mejor que el bosque nativo para ello. De allí radica la importancia de su conservación y rehabilitación, por lo que entonces debemos hacer un esfuerzo para aprender de estas prácticas tradicionales que permiten mejorar nuestra adaptación a los cambios que estamos viviendo.
En Chile tenemos experiencia con la propagación de virus transmitidos por animales a los seres humanos, como el virus Hanta. La propagación de este virus también se ha relacionado a la pérdida del bosque nativo, que ha hecho que el reservorio del virus (el ratón de cola larga, que tradicionalmente habita en los bosques nativos) se haya ido quedando sin hábitat y busque refugio en las zonas periurbanas, ayudando a la transmisión de la enfermedad.
Existen muchas amenazas para la protección de la biodiversidad, todas ellas controlables si actuamos de manera racional, pues se trata principalmente de actividad producida por la sociedad humana, pero también de muchos incentivos para protegerla.
Si entendemos esta estrecha relación que ha permitido el desarrollo de conceptos como “una salud”, que apunta a la idea de “personas sanas en un planeta sano”, estaremos dando un paso importante en la valoración de nuestros sistemas naturales.
Debemos, en estos tiempos de pandemia y crisis, asegurar la sostenibilidad de nuestra base natural, la que nos permite alimentarnos y vivir. Se trata también entonces de aplanar la curva de deterioro de la biodiversidad y debe constituir un eje Central en la política pública y privada. La constitución del Servicio Nacional de Biodiversidad y Áreas protegidas, en discusión desde 2010, es todavía una deuda.
La ciencia y el conocimiento que hemos venido sembrando durante los últimos 30 años en el Centro Eula y la UdeC, nos posicionan como una región privilegiada al contar con un valioso grupo de científicos dedicados a hacer de nuestra contribución ambiental, un aporte universitario al desarrollo sustentable.