Luego de las más de 35 horas de negociaciones, la noche del sábado 4 de marzo, los países que conforman la Organización de Naciones Unidas, ONU, llegaron al acuerdo de protección de zonas de alta mar, un paso histórico que busca ser un aporte para alcanzar la meta de resguardar al menos el 30% del océano para 2030.
Luego de años de buscar instaurar un acuerdo en pos de la protección de aguas internacionales, este año 2023 se logró establecer un consenso en el documento que señala que buscará asegurar la conservación y uso sostenible de la diversidad biológica marina de las zonas situadas fuera de toda jurisdicción nacional.
Este Tratado de Alta Mar o «Tratado para la Conservación de la Biodiversidad más allá de las áreas de Jurisdicción Nacional», establece un marco de protección y uso sostenible de la biodiversidad en alta mar, con un mecanismo para crear áreas marinas protegidas y busca consolidar un sistema de reparto justo de beneficios y de transferencia de tecnologías. Este documento es un complemento crucial para lograr la meta de la protección del 30% del océano en siete años más, ya que sin él este objetivo sin duda fracasaría, pues no existía un mecanismo legal para establecer áreas marinas protegidas en alta mar.
Para la directora del Centro de Investigación Oceanográfica COPAS Coastal, Dra. Camila Fernández “el acuerdo es una excelente noticia para el planeta en general y en particular para los que trabajamos investigando el océano, porque hasta ahora teníamos protegido menos del 2% de las aguas internacionales, es decir del océano abierto, y ahora vamos a acercarnos al 30%. Esto no significa que sean áreas que no se puedan tocar, sino que son áreas sostenibles donde se regula el tránsito, la pesca, se monitorean los recursos de biodiversidad, etc., lo que es excelente y que por cierto tendrá repercusiones en recuperar algunas especies en peligro de extinción”.
En particular, agrególa investigadora, “pone un marco importante a actividades como la minería de grandes fondos marinos, un tema que preocupa a la comunidad científica desde hace algunos años. Sin embargo, es la primera parte de un libro de dos capítulos. El segundo capítulo, y del que debemos ocuparnos con mayor interés, son las aguas costeras, las aguas que están dentro de las restricciones territoriales de los países ribereños, porque ahí es donde está el grueso del secuestro de carbono y que es muy relevante para los acuerdos a nivel internacional y la elaboración de medidas de adaptación frente al cambio climático”.
Como señala la Dra. Fernández, este histórico acuerdo es el puntapié inicial para una concreta protección de la biodiversidad marina. “De este acuerdo es importante recalcar que no es la solución a las problemáticas que actualmente afectan el océano, es una primera parte de la conversación que es fundamental tener, pero no es toda la conversación”.
“Como país, tenemos una gran zona de áreas marinas protegidas, casi un 43% de nuestro maritorio, superados entre los países latinoamericanos solamente por Panamá que la semana pasada alcanzó una protección del 54,33% de sus aguas. Pero debemos definir esas áreas protegidas usando parámetros que sean efectivos desde el punto de vista climático, es decir cuánto CO2 está entrando, cuál es la diversidad del microbioma, el cual es responsable de ese secuestro de carbono, y dónde estamos acumulando dicho carbono (en las zonas costeras, humedales costeros, en los depósitos de carbono azul) y eso es algo que todavía falta trabajar. Este es un excelente primer paso y es histórico; sin duda vamos por buen camino”, concluyó la académica UdeC.