La pandemia causada por el COVID-19 transformó la movilidad. Las restricciones dejaron “ciudades vacías” alrededor del mundo, con algunos efectos medioambientales en términos de mejorar la calidad del aire y reducción de las emisiones de CO2.
A partir de ello, un grupo de investigadores del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (Cedeus) realizó un estudio, utilizando datos de 2400 encuestas en tres momentos distintos: antes de la pandemia (invierno de 2019), la etapa de la implementación de políticas de movilidad restrictiva (invierno de 2020) y seis meses después, cuando esas restricciones se levantaron gradualmente (verano de 2021).
Carolina Rojas, investigadora asociada en el área de acceso y movilidad de Cedeus, explicó que el análisis sugiere que las emisiones de CO2 en realidad aumentaron, disminuyendo en el invierno de 2020, pero luego se incrementaron nuevamente con el mayor uso de automóviles en el verano de 2021, debido a los efectos temporales de los desplazamientos al trabajo, alcanzando finalmente niveles superiores a los valores previos a la pandemia. Eso es conocido como el “efecto rebote”.
El resultado más destacable es la detección de un efecto rebote en la huella de carbono de la movilidad laboral como consecuencia del COVID-19 y las medidas de restricción de movilidad para frenar la pandemia. Las políticas anti-COVID-19 redujeron la movilidad de los trabajadores, lo que se tradujo en una reducción significativa de la huella de carbono. Sin embargo, seis meses después, las restricciones de movilidad se relajaron y la huella de carbono de la movilidad relacionada con el trabajo superó los niveles previos a la pandemia.
La investigadora señaló que el estudio consideró cuatro ciudades chilenas de tamaño regular: Coronel, Temuco, Valdivia y Osorno. Para ello, se identificaron tres razones: se encuentran entre las que presentan mayor contaminación del aire en Chile, tradicionalmente están asociados a una serie de sectores industriales y universidades regionales, lo que implica una reducción de los viajes con fines de estudio y, finalmente, son altamente dependientes del transporte público y privado.
En términos de desplazamientos laborales, estas ciudades no están muy asociadas a trabajos de servicios, empresas de innovación o teletrabajo, sino a actividades ligadas al sector primario, lo que implica conocimientos administrativos o técnicos que requieren trabajo presencial (industrias), donde el confinamiento nunca afectó a más del 50 % de los trabajadores.
En este contexto, la mayor baja de emisiones se presentó en Coronel (45%), seguida de Valdivia con 34%, Temuco con 31% y significativamente menor en Osorno, con una disminución de solo 16 %, siendo la ciudad con el mayor efecto rebote.
“Perdimos una oportunidad importante, porque muchas ciudades del mundo -cuando estábamos en cuarentena- aprovecharon de hacer ciclovías (…) también se ampliaron veredas”, expuso la académica.
En este trabajo, las y los investigadores concluyen que es importante observar las ciudades chilenas, ya que el aumento del transporte motorizado y la mala calidad del transporte público en ciudades medianas podrían generar peores condiciones de desarrollo urbano y agudizar la desigualdad social en el acceso al transporte.
Revisa aquí el informe: https://doi.org/10.1016/j.cities.2022.104039
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