Por Francisca Rodríguez V. y Macarena Cerda D., Docentes del Departamento de Fonoaudiología, Fac. Medicina UdeC.
La alimentación es una necesidad básica del ser humano, siendo un indicador del estado de salud y de la calidad de vida de las personas. Este es un proceso por el que nos preocupamos de conseguir alimentos para mantenernos con vida, los seleccionamos según disponibilidad y gustos, los preparamos según nuestras costumbres y terminamos por ingerirlos.
Los alimentos cumplen un rol fundamental en la nutrición y desarrollo del organismo, sobre todo en la primera infancia. Una nutrición saludable no sólo es indispensable para conseguir los nutrientes necesarios para vivir, sino que juega un papel clave en el desarrollo y la protección del crecimiento craneofacial. La masticación es una de las funciones más importantes que se inicia en la boca permitiendo que se digiera el alimento, para dar paso al proceso digestivo donde se generará la absorción y transformación de los nutrientes en su fase final.
El proceso de la función masticatoria contempla la participación de dientes, músculos, nervios, receptores y articulación temporomandibular, ocurriendo una serie de movimientos complejos con el objetivo de desintegrar mecánicamente el alimento duro. Esta estimulación, ofrecida por alimentos saludables, altos en fibras como frutas, verduras en su formato natural, pueden contribuir al uso más efectivo de los músculos de la cara y esto se relaciona directamente con el crecimiento armónico y equilibrado de las estructuras faciales.
En este sentido cabe plantearse ¿qué ocurre con la alimentación de niñas, niños y jóvenes que, en la actualidad, prefieren la alimentación denominada “junk food” o más conocida como comida “chatarra”?
La respuesta está determinada por diversos factores ya sean económicos, sociales o incluso por el escaso tiempo que existe hoy para dedicarle a la alimentación. Este tipo de alimentos altos en calorías, grasas saturadas, azúcares y numerosos aditivos alimentarios, ofrece un bajo nivel de nutrientes, por consecuencia, el consumo de la “comida chatarra”, ha sido asociado a altos niveles de obesidad infantil, hipertensión arterial, alteraciones dentarias, entre muchas otras alteraciones. Frente a este escenario de posibles enfermedades, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha definido este problema como la “epidemia de obesidad”.
Ahora bien, ¿cómo se relaciona la “junk food” con el complejo maxilofacial? Los alimentos de carácter artificial presentan una textura que es procesada rápidamente en la boca, sin exigir a los músculos masticatorios; además, al tener un alto contenido de sal, azúcar y grasa, genera sed en el individuo y la necesidad de tomar más líquido durante la masticación, modificando de esta manera, la producción de la saliva de forma natural. Asimismo, este tipo de alimentación también afecta el proceso masticatorio en sí, pudiendo alterar el crecimiento mandibular o puede generar en los(as) niños(as) a que tengan una preferencia alimentaria, seleccionando alimentos blandos por sobre los duros, lo que, sin duda, repercute en la dinámica de alimentación familiar a la hora de seleccionar los alimentos.
Si bien la comida chatarra resulta ser el mayor placer para muchas personas, es importante que reflexionemos que una adecuada nutrición debe generarse desde el embarazo hasta la adultez y que los hábitos de alimentación saludable son fundamentales para evitar desarrollar enfermedades. En este contexto, una dieta saludable propicia el crecimiento y desarrollo maxilofacial, previene distintos tipos de alteraciones que pueden implicar operaciones o uso de aparatos ortodóncicos.
La invitación que extendemos a nuestra comunidad, a padres y/o cuidadores de niños(as), es a evitar el sedentarismo masticatorio y a tomar conciencia en la forma en que masticamos los alimentos saludables que consumimos diariamente.