Por Dr. Rolando Hernández Mellado, rector Instituto Profesional Virginio Gómez
La Educación Técnico Profesional (TP) en Chile es un pilar fundamental del cual se sostienen las más diversas áreas productivas del país, aquellas que constituyen el sustento del desarrollo y permiten trabajar en la consolidación económica a la que tanto se aspira. Minería, energías renovables, construcción, administración, salud, comercio nacional e internacional, tecnología; son sólo algunas de las áreas esenciales para el funcionamiento de la economía de Chile.
Según el Informe de Matrícula en Educación Superior 2021, un 42,6% de los estudiantes egresados de enseñanza media prefiere optar por Centros de Formación Técnica (CFT) o Institutos Profesionales (IP), quienes en total suman 513 mil 34 estudiantes en todo el país. Si consideramos que el Ministerio de Educación (Mineduc) ha impulsado un plan de convalidación de asignaturas, el cual facilitará la articulación desde establecimientos técnicos de enseñanza media hacia la educación superior técnico profesional, podríamos pensar en que esta cifra tenderá al alza. Por ejemplo, si un alumno egresa de contador general en un Liceo TP e ingresa a un IP y cursa la carrera de técnico en administración u otra similar, podría acceder a convalidar tres asignaturas, acortando la trayectoria formativa.
Sin embargo, no es el único antecedente que puede propiciar un aumento en el número de estudiantes que optan por la Educación Técnico Profesional. La valoración del mercado ante el requerimiento de estos especialistas ha motivado un alza en las remuneraciones que reciben, que -si bien aún no logra equipararse totalmente con carreras universitarias- sí cuentan con la ventaja de tener una oferta laboral más amplia, acortando los periodos de búsqueda de empleo.
No se trata de querer posicionar un modelo educativo sobre el otro, sino, de dar a conocer las reales opciones a las que se puede aspirar al insertarse en el mercado laboral, e inclusive, a la hora de perfeccionarse en áreas determinadas, lo que permite visualizar un promisorio futuro para la Educación Técnico Profesional y nos plantea, como instituciones de educación, el desafío de estar preparados para abordar la mayor demanda.
Si bien los requerimientos formativos son indispensables, también tenemos otra responsabilidad. No sólo nos dedicamos a formar profesionales de excelencia comprometidos con el desarrollo de la región y del país, si no que debemos tener la capacidad de formar con las capacidades necesarias para que nuestros titulados cuenten con las herramientas y enseñanzas idóneas para convertirse en personas plenas, orgullosas de sus logros y con capacidad de seguir avanzando en su propio desarrollo, en armonía con su comunidad.
Por eso, no dudamos al declarar que la Educación Técnico Profesional efectivamente es un pilar cardinal para el progreso individual y, por consecuencia, del país.