Por Nalathni Kohller Olivera, estudiante de la carrera de Nutrición y Dietética de la Facultad de Farmacia, Universidad de Concepción
El 1 de octubre se da inicio al mes mundial de la “Conciencia Vegetariana”, que inicia con el día del vegetarianismo y finaliza el 1 de noviembre con el día del veganismo. Durante todo este mes se busca promover el respeto hacia todas las especies de animales, el impacto ambiental de las industrias de productos animales y los beneficios en la salud de adoptar dietas libres de alimentos de origen animal. Ya sea por religión, conciencia social, sustentabilidad ambiental, situación económica, salud o mera curiosidad, nuestra sociedad se abre cada vez más al estilo de dieta vegetariana en todo su espectro. Según un estudio de IPSOS Chile (Institut de Publique Sondage d’Opinion Secteur) en conjunto con la fundación “Vegetarianos Hoy” en septiembre del 2021, el 16% de los chilenos se identifica con algún tipo de alimentación vegetariana, mientras que un 36% ha intentado disminuir el consumo de alimentos de origen animal durante el último tiempo [1].
Si nos remontamos a la antigüedad, las dietas basadas en plantas se arraigaron a países y naciones jóvenes, en vías de desarrollo y con grandes periodos de hambruna, que a medida que iban desarrollándose iban incorporando más frecuentemente los alimentos de origen animal en la mesa familiar. Esto también fue traduciéndose más adelante en la importancia y discriminación social según el estado nutricional o “contextura” de cada persona, mayor masa corporal significaba un mejor acceso a los alimentos de origen animal mediante el capital familiar, otorgando un mayor estatus social. En el día de hoy, si nos comparamos con aquellos años, podemos decir que estamos en el lado opuesto de la moneda. Si nos centramos en Chile, nuestro acceso a los alimentos es extremadamente variado en tipo, calidad y precios, y el estado nutricional ya no es un marcador de estatus social, pero sí puede relacionarse con un mejor acceso a la educación alimentaria. Entonces, el estar de este lado de la moneda llena de oportunidades gastronómicas, ¿qué motiva a una persona vegetariana a serlo? El mismo estudio publicado por IPSOS indica que el motivo para disminuir el consumo de alimentos de origen animal que más se repite en nuestro país son por razones de salud, seguido por evitar el sufrimiento animal y en tercer lugar para el cuidado del medioambiente [1]. Las opiniones y visiones del vegetarianismo han ido variando en el tiempo, la razón salud sin duda va en aumento y no está demás decir que, con buen pronóstico, pues la comunidad científica se ha visto encarrilada a seguir estudiando este patrón alimentario arrojando resultados favorables.
Si analizamos el principal motivo para una transición a una dieta vegetariana, ¿el vegetarianismo es sinónimo de buena salud? No, como hablábamos antes, en la actualidad el mercado es tan extenso que ha plagado de productos aptos para vegetarianos y sus múltiples variantes que no necesariamente son saludables o aspiran a tener beneficios para la salud, la mayoría sólo buscan satisfacer la sensación de comer el alimento que quieren reemplazar.
Sin embargo, hay un patrón que se ha visto al momento de estudiar las dietas vegetarianas que nos da una mejor versión del vegetarianismo en sí, la “Dieta vegetariana planificada”. Una dieta vegetariana planificada es a lo que todo vegetariano debería aspirar en su camino. Esto implica más que sólo decidir no consumir cierto alimento, conlleva investigar, inspeccionarse a uno mismo, visitar a profesionales de la salud para una orientación, es ponerse al corriente de los riesgos, los beneficios y las responsabilidades que se adoptarán desde ese momento.
Planificar es sinónimo de disminuir riesgos. Adoptar una dieta vegetariana significa exponerse a posibles déficits de macro y micronutrientes, especialmente el hierro, calcio y vitaminas del complejo B, sin embargo, la planificación hace que estos riesgos disminuyan significativamente y la decisión persista en el tiempo sin necesidad de dar marcha atrás.
Una dieta vegetariana planificada tiene múltiples beneficios, estudios en personas sanas arrojan una mejora en la resistencia a la insulina, los niveles de glucosa en sangre, disminución de los triglicéridos y la relación colesterol total/HDL, por lo tanto, podrían tener un efecto beneficioso en la reducción de factores de riesgo relacionados con enfermedades crónicas [2]. Los beneficios también se encuentran en personas con patologías donde la alimentación cumple un rol fundamental. Enfermedad cardiovascular, enfermedad renal crónica y diabetes mellitus tipo 2 son algunas de las enfermedades donde se ha encontrado evidencia de los beneficios de adoptar una dieta vegetariana [3].
Sin dudar, la adopción de una dieta vegetariana bien planificada se asocia a patrones alimentarios más saludables, siendo viable en todas las etapas de nuestras vidas de forma permanente o intermitente, en ella encontramos un mayor consumo de frutas, verduras y hortalizas, semillas, fibra, fitoestrógenos, antioxidantes, flavonoides, carotenoides, otros fitoquímicos y ácidos grasos omega-3. Además, se crea la necesidad de involucrarse en la preparación de los alimentos, experimentando y generando nuevos lazos positivos con la comida.