Esta semana, dos fechas nos invitaron a pensar sobre el mar: la celebración del 8 de junio como el Día Mundial de los Océanos y el natalicio del investigador oceanográfico Jacques-Yves Cousteau, el 11 de junio de 1910.
Con ocasión de estas conmemoraciones, cuatro académicas y académicos de la Universidad de Concepción entregaron sus visiones sobre los principales desafíos que se presentan en sus respectivas áreas de especialización, con respecto a los océanos, y cómo éstos deben ser abordados para contribuir a crear una mayor cultura de resguardo y conservación de nuestro mar.
Y es que, desde nuestra condición de especie terrestre, hemos dado la espalda al océano y no hemos adquirido total conocimiento de su inmensidad y, por tanto, tampoco cabal conciencia de su relevancia para la subsistencia para nuestra especie y todos los demás organismos que habitan el planeta Tierra.
Para la académica de la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas, Dra. Laura Farías, “el principal desafío es que todos comprendamos que nuestro quehacer diario repercute sobre el océano. Es la última frontera, es decir el destino final de muchos compuestos generados por los seres humanos; no sólo está acumulando CO2 producto de la quema de combustibles fósiles, sino también compuestos orgánicos e inorgánicos que llegan a la zona costera a través del drenaje de todas las cuencas hidrográficas, así como también plásticos y muchos otros contaminantes emergentes. Entonces, el desafío es comprender que somos parte de esta cadena de consecuencias y lo importante que es cortarla y revertir estos procesos de degradación”.
“La oceanografía”, detalló la también integrante del Instituto Milenio de Socio Ecología Costera, SECOS, “en una ciencia joven de naturaleza multidisciplinaria, para el progreso y el levantamiento de evidencia científica que finalmente fortalezca las políticas públicas y marcos normativos. Se necesita ciencia asociativa y una política de centros de largo aliento y fortalecida. Respecto a la oceanografía, los recursos y capital humano está muy fragmentado y peor aún, poco integrados; esto no ha ayudado al progreso sostenido de las ciencias oceanográficas, quedando misiones y desafíos de cooperación importantes”.
Farías agregó que “en la década del océano es desafío es movilizar a la comunidad científica, pero también a los políticos, a las empresas y a la sociedad civil en torno a un programa común de investigación y de innovación tecnológica”, puntualizó la investigadora, quien colabora además con el Centro de Ciencias del Clima y la Resiliencia, (CR)2.
Para el Dr. Renato Quiñones Bergeret, director del Centro Interdisciplinario para la Investigación Acuícola, Incar, lo que se está jugando es “la oportunidad de que la Humanidad global y local tome conciencia plena de la relevancia del océano en la mantención del planeta como lo conocemos. El futuro de la Humanidad pasa, entre otros aspectos por tener un océano sano”.
Quiñones detalló que el océano enfrenta grandes amenazas, siendo la mayor el calentamiento global, pero hay otras: la sobreexplotación pesquera, la pesca ilegal, la contaminación, la pérdida de la biodiversidad, la desoxigenación y la acidificación, entre otras. El investigador destacó que “durante los últimos años, nos hemos dado cuenta de que existen áreas, tanto geográficas como conceptuales, que no hemos protegido adecuadamente en el océano. No las considerábamos, porque se pensaba que el océano era un reservorio, con una capacidad de dilución infinita, lo que se ha comprobado que es totalmente falso, y el mejor ejemplo es la contaminación por plástico. Lo mismo pasa con la extracción pesquera: se pensaba que el mar era una fuente infinita de alimentos y hoy sabemos que una gran parte de las pesquerías están en una etapa crítica a nivel tanto nacional como mundial”.
Enfrentar los problemas de sustentabilidad del océano es complejo, dado que intervienen elementos de muy diversos tipos: de ahí que la investigación interdisciplinaria sea vital para abordar aspectos que van desde las ciencias naturales hasta las ciencias sociales, jurídicas, políticas, etc. El académico destacó la existencia y el rol que ha cumplido desde su creación la Convención de Derechos del Mar, Convemar, que “es uno de los documentos más relevantes de la diplomacia de la historia de la Humanidad, que regula el uso de los océanos del mundo, y nace la idea de la zona económica exclusiva de los países ribereños”.
Sin embargo, queda pendiente una legislación internacional que proteja el 70% de los océanos que no pertenece a ningún país en particular. “Hace ocho años, partió en la Organización de Naciones Unidas, una discusión para generar un tratado (Biodiversity Beyond National Jurisdiction, BBNJ) que proteja la biodiversidad de la zona que está fuera de la jurisdicción de los Estados, en estas zonas de altamar que, en la práctica, no son de nadie”, explicó Quiñones, quien participa en esas sesiones como asesor del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Conocer para cuidar
“No podemos cuidar lo que no conocemos”, dijo enfático el director del Instituto Milenio de Oceanografía, IMO, Dr. Osvaldo Ulloa Quijada. El académico UdeC, dedicado al estudio del océano profundo, sintetiza “tenemos mejor mapeados a la Luna y a Marte que a nuestros océanos”.
“Tenemos una gran responsabilidad como científicos, por un lado, de explorar aquellas regiones del océano que aún no se conocen y descubrir ecosistemas de cuya existencia ni siquiera tenemos consciencia. Pero también tenemos que comunicar a la sociedad nuestros descubrimientos, para que conozcan el océano y sepan la interrelación que existe entre el océano y nosotros como sociedad”.
En esa línea, Ulloa presentó su libro “Travesía al Inframundo”, presentado el pasado 8 de junio. El texto describe el viaje realizado por el equipo de biólogos, oceanógrafos e ingenieros que bajaron a 8 mil metros de profundidad para tomar muestras y grabar las primeras imágenes del fondo marino de la Fosa de Atacama. “Necesitamos otras tecnologías”, explicó, “porque el océano es opaco a la luz solar que penetra sólo un par de cientos de metros, mientras que el promedio de profundidad del océano es de cuatro kilómetros. Para poder estudiar el océano a mayor profundidad, tenemos que usar ondas acústicas que viajan a una distancia mucho mayor que la luz”.
Ulloa además reflexionó sobre la escasa cultura marítima de los chilenos, pese a la larga costa que nos rodea. “Excepto en regiones insulares como Chiloé, Juan Fernández o Rapa Nui, el resto del país le damos la espalda al mar y no lo tenemos incorporado a nuestra cultura”. El mar tampoco es parte de nuestra Constitución actual, subraya Ulloa, haciendo notar que sólo es mencionado en relación a las fuerzas armadas la minería submarina. “Estamos viviendo un proceso constitucional: esperaría que finalmente el rol del océano se releve en lo que significa para nuestra nación. Ésta es una tremenda oportunidad para eso”, comentó.
“Tenemos una gran deuda con el cuidado de la vida marítima”, reconoció la Dra. Susannah Janet Buchan, investigadora del Centro de Investigación Oceanográfica COPAS Sur Austral. La científica coincide con sus colegas en que la reunión de distintas disciplinas permite abordar distintos aspectos del estudio y cuidado del mar, que incluye el desarrollo de nuevas tecnologías y análisis de las comunidades costeras y su convivencia con el océano.
“En el centro Copas Sur Austral”, ejemplificó Buchan, “trabajamos mucho con ingenieros, con técnicas de inteligencia artificial, desarrollos tecnológicos que permiten monitorear el océano costero y, en particular, monitorear acústicamente a las ballenas”. Buchan apuntó a la creación de tecnología nacional, que facilita temas logísticos asociados a la investigación. En ese sentido, destacó los logros alcanzados por la Universidad de Concepción, en anclajes y sistemas de observación. “Estamos desarrollado una boya para el monitoreo acústico de las ballenas en tiempo real para efectos de investigación, pero también para evitar las colisiones con embarcaciones, como un sistema de alerta”, destacó.
En efecto, las ballenas fue uno de las primeras especies marinas que se llevó al borde de la extinción. La especialista recordó que los grandes cetáceos en Chile se encuentran en el ambiente costero, justamente donde el mar soporta demandas de turismo, pesca, recreación, puertos, relaves, y otras actividades. Las preocupaciones más importantes respecto de las ballenas son el tráfico de embarcaciones: producen colisiones que las hieren o matan y contaminación acústica, y se suma la actividad pesquera, cuyas mallas atrapan a las ballenas.
“Las ballenas grandes”, explicó Buchan, “vienen a la costa chilena en primavera, verano y otoño a alimentarse. En Chile, no tenemos áreas de reproducción, pero sí mucho hábitat de alimentación y todo eso está en el océano costero, donde estamos viendo todas estas presiones”. Esta condición, sentencia, vuelve urgente buscar formas de proteger a los mamíferos marinos, que sean compatibles con las actividades humanas.
“Hemos aprendido lentamente el costo del colapso de los recursos marinos. Y hoy estamos a tiempo, pero al límite, de poder revertir o salvar lo que todavía tenemos”, advirtió la Dra. Buchan.