Por Andrés Cruz Carrasco, académico UdeC y candidato a constituyente por el Distrito 20.
Una de las implicaciones de la igualdad es su vinculación con el concepto de dignidad humana, por medio del necesario desarrollo de las diferencias y la reducción de las desigualdades. El igual valor de las diferencias entre los seres humanos es equivalente a reconocer la igualdad en la dignidad de todos. Esto exige remover o reducir las desigualdades que impiden el desarrollo pleno de un individuo como persona humana. Este es el nexo que nos permite referirnos al universalismo de los derechos fundamentales, cuya trascendencia ha adquirido más fuerza por el necesario reconocimiento del multiculturalismo y la indispensable consagración del Estado plurinacional. El profesor Luigi Ferrajoli habla de “los derechos de libertad como tutela del igual valor de las diferencias; de los derechos sociales contra las desigualdades materiales y sociales”.
Esta igualdad sirve de fundamento constitutivo de la unidad política de las personas a quienes es aplicable. Todos los iguales forman parte del mismo pueblo y por ende son todos titulares de los mismos derechos fundamentales, reconociéndose sus identidades diferentes y debiendo reducirse las desigualdades sustanciales a través de la garantía de los derechos sociales. Para Cicerón: “Pueblo no es todo conjunto de seres humanos reunido de cualquier manera, sino el conjunto de una multitud asociada por un mismo derecho, que sirve a todos en base a la igualdad”.
Esto hace de la igualdad una norma, una consecuencia de un acuerdo que debe ser concebido constitucionalmente más allá de una expresión puramente retórica, lo que exige la consagración de instrumentos que la hagan efectiva, para impedir todo tipo de discriminación fundada en la negación de la diversidad humana y en desigualdades sociales, culturales y materiales que hagan de la participación democrática y el ejercicio de la soberanía popular una quimera. Los más fuertes no pueden aplastar a los más débiles, el Estado no puede arrasar con los individuos y las mayorías no pueden barrer con las minorías.
Es el principio de igualdad de las diferencias el que nos permite tomar decisiones respecto de lo que queremos sin que otros intervengan imponiéndonos sus creencias, sus prejuicios e ideologías, asegurando niveles mínimos de igualdad material por medio, sobre todo, de los derechos sociales, que son, según Ferrajoli “a su vez, derechos a la remoción o a la reducción de desigualdades”.
La garantía efectiva de los derechos esenciales y del principio de igualdad nos permitirían avanzar hacia una justa y pacífica convivencia en un Estado social y democrático de derechos.